“Mi hija ha perdido mucho peso por falta de comida”, lamentó Hassan en una llamada telefónica desde Afgooye, región de Lower Shebelle.
Su esposo, también cristiano, revela que la familia de Hassan rechaza a la niña por considerarla “indeseada”, al ser hija de un “infiel”. “Quieren que vuelva, pero sin la bebé. Me dicen que la deseche, que no merece vivir. Lloro por mi hija y rezo por poder escapar y encontrar paz y libertad”, comparte Fatuma, sumida en tristeza.
Desde que aceptó a Cristo, Hassan enfrenta condiciones deshumanas y agresiones físicas por parte de sus familiares.
“Juran que no veré el sol hasta que abandone mi fe y regrese al islam”, afirma. Pide a los cristianos oración constante, confiando en la intervención divina para reunirse con su esposo.
El comienzo de su fe fue en secreto; escuchaba canciones cristianas en su cuarto sin entender a fondo la letra. Un día, en una visión, una persona que se identificó como Issa (Jesús) le dijo: “Ven y bebe de mi agua”. Tras esa experiencia, halló paz y decidió seguir a Cristo.
Cuando su padre la sorprendió escuchando música cristiana, la castigó, confiscó su teléfono y la encerró. En marzo de 2024, Hassan logró escapar y refugiarse en Balad, donde conoció y se casó con un cristiano. Logró permanecer escondida más de un año, hasta que un familiar descubrió su paradero en julio.
La noche del 6 de agosto, seis familiares irrumpieron en su casa, la interrogaron y la agredieron físicamente. Su esposo huyó por una ventana. Tres días después, Fatuma lo llamó: estaba de regreso en casa familiar, confinada en un cuarto oscuro y sometida a insultos y amenazas.
Fuente: (@ChDaily_News)